sábado, 23 de enero de 2010

I.

Epílogo

El ver unas alas completamente desteñidas, y tejidas del más profundo sentimiento de rencor, junto con esa mirada oscura, casi vacía, de penetrante odio; viniendo de él, su mejor amigo, no se lo podía tragar. Menos aún si en esa misma sala mugrienta, deshabitada, húmeda y revuelta de textos y fotografías cargadas de una emoción que sólo podían envolver a él; se encontraba el mismísimo Arcángel Miguel. Quería vomitar, quería gritar, quería llorar. Por una vez no quería ser el héroe. Por una vez… quería ser un joven más.

“…Si das un paso más, te juro que te las cortaré. A ver si tienes los cojones, imbécil vociferó con impaciencia

Mocoso desvergonzado, mira que te lo diré una vez más –sonrió, mordaz- si me das a la nenita, obtendrás gloria y fama; serás reconocido entre los tuyos y volverás –haciendo especial énfasis- a ser aceptado por tus padres. No tendrás que vivir una vida llena de miseria, hambre y sencillez, algo que alguien de nuestra raza no puede permitir… -volviéndole la mirada, estoico- ni tampoco aceptar.

¡Y a mí me importa una mierda lo que tú, mis padres o “tu entorno” considere aceptable! Sonrió de vuelta, incisivo Si yo quiero a la nenita, será mía. Y ni tú ni nadie me lo va a impedir. A menos de que… sus ojos se tornaron blancos por un instante, cargados de terror

…A menos de que a ti te las corte, por tener tú los cojones como para decirme qué he de hacer, maldito andrajoso hijo de puta…

La diplomacia Terció una voz cándida y elegante es nuestra mejor aliada, y en momentos como crisis, como claramente es este, deberíamos…

¡Maldito cabrón! ¿Qué no has visto que nadie se entiende a vocecitas mariconas y asquerosamente cargadas de suavidad? Por poco me provocas un coma diabético. Y con tu puta diplomacia…

Aún cuando en tu mundo no seas parte del decoro, la cortesía y los modales Se interpuso el de la voz lanosa y más sobre todo, seas la encarnación del libertinaje, el desenfreno y la vulgaridad, debo pedir que…

A la mierda con tu discurso Inquirió con brusquedad. Quiero al mocoso de Adrien Gresham ¡Y lo quiero ahora!”

Y justo en ese momento un destello de luz inundó la sala, junto con tres voces que vociferaban alarmantes conjuros.
Intentó huir, aún cuando el olor del óxido y la sal inundaran sus fosas nasales, provocando ciertos vahídos
. O al menos en eso estaba, cuando se desplomó ante tres pasmados espectadores.


1 comentario:

  1. Está tan genial la lectura que me da miedo que te la vayan a robar y ganen los millones q mereces XD espero q sigas publicando asi *-*
    y no se, ponle alguna imagen xDD muchas letras cansan la vista. :)
    cuidate darling ♥

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